
Cuando era niño, recuerdo que Home Alone me hacía mucha gracia. Todavía lo hace, aunque ahora por diferentes motivos: lo realmente gracioso de la película en este momento es lo tremendamente macabra que resulta la idea de la que parte. Un niño abandonado en su casa por sus padres, y que debe enfrentarse a una pareja de ladrones sin escrúpulos utilizando tácticas de guerrilla urbana no parece precisamente la clase de entretenimiento familiar que uno asociaría con la figura de Chris Columbus, el hombre que años más tarde sería el encargado de dirigir las dos primeras películas de Harry Potter. Y sin embargo, eso es lo que es. Lo más irónico del asunto es que varios de los chistes que encontramos en esta película resultarían (en la vida real) en la muerte o la parálisis de los dos desafortunados ladrones.
Macauley Culkin se hizo una estrella con esta película, y como todos los niños prodigio de Hollywood, se perdió en una espiral de horrores que terminó en su precoz matrimonio y las batallas legales con su castrante padre. Aún así, la gente siempre lo recordará por esta película que es, ya por mérito propio, un clásico navideño y uno de los mejores ejemplos de que incluso las comedias más estúpidas tienen su gracia si uno logra verlas sin prejuicios.